6 dic 2010

Hemos descubierto la dicha; sabemos el sendero que conduce a ella; hemos encontrado la salida a través de millares de laberintos. ¿Quién otro la habría hallado? ¿Acaso el hombre moderno? "No sé entrar ni salir; soy lo que no sabe entrar ni salir", suspira el hombre moderno. Estamos enfermos de ese modernismo, enfermos de esa paz insana, de esa cobarde transacción, de toda esa virtuosa porquería del moderno sí y no. Esa tolerancia y esa grandeza de corazón que lo persona todo, porque lo comprende todo, es para nosotros algo así como un Siroco. Vale más vivir entre hielos, que entre las virtudes modernas y demás vientos del Sur. Hemos sido lo bastante esforzados; pero, durante mucho tiempo, no supimos qué hacer de nuestra bravura. Nos tornábamos sombríos, y nos llamaban fatalistas. Nuestra fatalidad era la plenitud, la tensión, la abundancia de fuerzas. Teníamos sed de relámpagos y de actos; permanecíamos muy lejos de la dicha de los débiles, muy lejos de la resignación. Nuestra atmósfera estaba cargada de tempestad; nuestra naturaleza se oscurecía porque no teníamos camino. He aquí la fórmula de nuestra felicidad: un sí, un no, una línea, una meta.
F. Nietzsche